Esta es mi historia acerca del
ron ponche de mi tía Berna –porque no hay receta.
Es una
gloria pero, como ella nunca mide los ingredientes, ya es costumbre el que para
Navidad le haga una llamada para que me explique -más o menos, cantidades y
procedimiento.
–Tía, y
cuanto de leche?
-Bueno,
eso depende de cuantas botellas vayas a hacer...
-Aja…
-Y de
maicena? Ahí la vas echando; primer la disuelves en un poquito de leche, la
cuelas antes de echarla para que no se te hagan grumos y si no espesa con dos
cucharadas, échale tres.
Y de
azúcar? –al gusto niña…pero acuérdate que las yemas las echas al principio y no
dejes de revolver porque se te ahúma.
El año
pasado, a pesar de seguirle las indicaciones tuve que repetir la receta dos
veces; la primera vez, lo cocine a temperatura muy alta y la leche se cuajo. La
segunda, por alguna razón la mezcla no espesó.
Mi
Navidad vino y se fue sin el ron ponche de la Tía pero, para Año Nuevo me
propuse poner punto final al misterio y con alma de alquimia me avoque al
descubrimiento de cantidades medibles en onzas, tazas, cucharadas, cucharaditas,
temperaturas y tiempo de cocción. El
resultado? Un ponche de seda amarillito, con sutil aroma de vainilla, nuez
moscada recién rallada y un final de ron añejo –una delicia…
Después
de tanta prueba y error, he llegado a la conclusión de que lo mas importante
del procedimiento es el arte de la paciencia, –en eso Tía Berna tiene toda la
razón, esto no es para quien no quiera tratar los ingredientes con ternura y
estar dispuesto a dejar un retazo de la vida pegado a la estufa.
Y bueno,
aun cuando logre poner en blanco y negro la receta, sigo llamando a mi Tía para
Navidad para hacerle las mismas preguntas no sea que me falte algún detallito y
para no olvidar la tradición de varios años.
Aun así
dejo constancia de que El ron ponche de Tía Berna seguirá siendo un tema abierto,
sin cantidades fijas, al gusto del momento, un poquito mas de esto o un poquito
menos de aquello, un toque de su alegría de vivir, dulce, cremoso que al
probarlo te sepa a cielo.
La receta esta en la sonrisa |
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